En un final de infarto, cuando el Werder Bremen iba ganando 1–0 contra el Mainz, la estrategia de “hacer tiempo” se volvió el centro de la polémica en el minuto 93. Los bremeres, conscientes de que ya contaban con la ventaja, optaron por demorar el juego ejecutando el lateral de manera excesivamente pausada. Esto fue interpretado por el árbitro Martin Petersen como una maniobra intencionada para alargar el reloj.
Ante la lentitud en la ejecución, Petersen decidió intervenir: primero mostró una segunda tarjeta amarilla a Niklas Stark mientras realizaba el lateral –acción que, a ojos del árbitro, tenía la clara intención de perder tiempo– y, segundos después, el capitán Marco Friedl fue sancionado de igual forma por protestar de manera vehemente la decisión, lo que le sumó la segunda amonestación y, en consecuencia, la expulsión. Así, en un lapso de apenas 17 segundos, el Werder Bremen se vio reducido a nueve jugadores, un episodio que, a pesar de la situación, no fue suficiente para que el Mainz pudiera aprovechar la superioridad numérica y forzar el empate.
Esta decisión arbitral, si bien resultó polémica, se enmarca en el afán del juez por no tolerar comportamientos que alteren el ritmo normal del partido, especialmente en momentos críticos cuando el tiempo añadido se vuelve crucial. Petersen explicó que, ante la acumulación de retrasos y protestas, el límite había sido superado y, por ello, se optó por sancionar a ambos jugadores. En este contexto, la expulsión de Stark por demorar el saque de banda y la de Friedl por no contener su enojo reflejan una aplicación estricta de la normativa contra la pérdida de tiempo y las conductas antideportivas.
A pesar de la reducción momentánea en el número de jugadores, el Werder Bremen logró mantener su ventaja y selló la victoria, demostrando que, en ocasiones, incluso las decisiones arbitrales más controvertidas pueden quedar en el tónico del partido sin alterar el resultado final
En definitiva, este episodio se convertirá en tema de debate en la Bundesliga, ya que pone de relieve la importancia de mantener el ritmo del juego y la necesidad de que tanto jugadores como técnicos se ajusten a las reglas para evitar sanciones que puedan influir en el desarrollo y el desenlace de un encuentro.