Durante décadas, decir Brasil en fútbol era sinónimo de superpotencia mundial. Por algo es el más campeón del mundo, líder de varias estadísticas, asociado siempre a triunfos, goles, títulos. Y además, su juego era significado de alegría, belleza, estrellas, goleadores. Cinco títulos mundiales, 8 Copas América, superjugadores por doquier, hasta el más limitado jugaba bien o hacía un gol.
Cómo cambió radicalmente todo. ¿Cómo cambió radicalmente? No por arte de magia, esa magia tan brasileña para el “futebol”. Como principal factor, hay que aceptar con resignación que ya no hay tantos cracks como antes, cuando de una playita cualquiera emergía un Ronaldo, un Junior, un Romario, o cualquier “garoto” sin nombre pero con talento. Hoy no hay número 10 en el fútbol norteño, hoy los argentinos como Dátolo, D´Alessandro o Conca son mejores en ese puesto que antes era de Pelé o de Zico. Hoy se piensa en nacionalizar al mismo Conca o a Lucas Prato, una locura en otro tiempo. Ni siquiera parece haber un entrenador capaz de darle a la selección una identidad ganadora. Volvió Dunga, que ya había fracasado en Sudáfrica 2010, a querer enderezar el rumbo cada día más torcido del país del Primer Mundo futbolístico. Sin su única real estrella Neymar, con algunas promesas como Gabriel y varios elementos que no dan la talla, el técnico no pudo evitar la humillante eliminación de la Copa América Centenario en primera ronda, más allá de la mano arbitral oscura ante Perú.
Brasil no logra recuperarse de estos años de mediocridad, con dos marginaciones en cuartos de final de un Mundial (2006- 2010), otra en la Copa de Argentina 2011 (con Neymar y todo), otra en la 2015, el terrible 1-7 con Alemania en su Copa del Mundo y ahora, esta triste ida en la primera de cambio. Los clubes no son protagonistas en las Copas, los juveniles no brillan como antes. Quizá ahora Roberto Rivelino, uno de sus grandes nombres, se sienta contento consigo mismo después de desear no ir a Rusia 2018, en pos de un cambio de 180 grados en su fútbol. Demasiado castigo para tan rica historia. Pero así como supo ganarse el prestigio por su jogo bonito, hoy Brasil es lamentablemente noticia por sus derrotas. Y la tristeza de su gente y de su panorama, como dice esa frase, no tiene fin. Al menos por ahora.
Diego Martín Yamus