La delegación brasileña se alojó en la zona de Retiro con un fuerte esquema de seguridad que trabajó en vano; ni un solo hincha argentino se acercó a “verduguearlos”.
Brasil se siente tan cómodo como un 7-1. La selección de Dunga, que esperaba a una hinchada argentina recibiéndolos a puro insulto, con bombas de estruendo, platillos y gente metiéndoles presión, se llevó un chasco: no había nadie.
Apenas un puñado de periodistas argentinos hacía guardia, un grupo de aficionados brasileños que no superaba los 30 estaba presente.
El equipo de Dunga se sintió un poco “defraudado” por la poca repercusión de su equipo en tierras argentinas
@lostribuneros