Empecemos por aclarar que esta nota no es leña del árbol caído, sólo un repaso de una cruda realidad. Porque se notaba a distancia el deterioro del gran Barcelona, adentro y afuera de la cancha. Por más que los números fríos marquen otra cosa, está demostrado que no significan tanto. Y una goleada de esta magnitud, justo en los cuartos de final de la Champions League, es un golpe de nocaut porque a la orejona se aferraba el club para limpiar una pésima temporada.
Barcelona, el gran Barcelona (porque no deja de serlo por un partido) cayó en todas las competiciones que su historia le manda a pelear. La Copa del Rey, la Liga encima con el Real Madrid, que además le llevó el clásico, y ahora un 2-8 que no admite otra palabra que humillación, por supuesto deportiva. Pero además quienes lo vieron más de cerca coinciden en su flojo nivel. Así, no cabe otra cosa que pensar en un final de ciclo. Otro más en la vida blaugrana, como fuera el de Frank Rijkaard, el de Josep Guardiola, el de Luis Enrique, el de Ernesto Valverde. Ahora puede serlo de Enrique Setién, este discutido técnico que no convence con el andar de los suyos. Pero también de jugadores.
Porque aparte de esta catarata de tropiezos, hay que sumar los constantes líos internos entre el entrenador, su ayudante Eder Sarabia y varias figuras, nada menos que Lionel Messi y Antoine Griezmann en esa lista. Declaraciones fuertes como las del argentino tras perder la Liga. Las de Luis Suárez, el mejorcito esta tarde ante el Bayern. La rebeldía del brasileño Arthur, incluyendo su bostezo en el banco en el 1-2 duro ante el Osasuna, y que luego no quiso estar en el plantel. En particular habrá que prestar atención con Messi, quien aún no firmó su tan hablada renovación de contrato y los rumores de su salida a tal o cual equipo son cada vez más fuertes, acrecentados ahora por este golpazo.
Barcelona no venía nada bien para este tramo final de la Champions en Portugal. Tantos contratiempos lo ponían debajo del Nápoli en las apuestas de los octavos. Y si bien ganó 3 a 1, no le fue tan fácil ni brilló como para volver a convencer a la opinión pública que aún era potencia. Este revés merecido contra el Munich terminó de confirmar la realidad. No la leña del árbol caído, la realidad que se notaba a la distancia.
Diego Martín Yamus.
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