Este jueves se definió la casi definida, aburrida Liga de España para el Real Madrid, que tras vencer 2 a 1 al Villarreal destronó a su archirrival Barcelona, anterior bicampeón, que encima cayó duramente 1-2 con Osasuna de local. La combinación de marcadores de la fecha 37 no sólo cerró el título, además despertó líos internos en el blaugrana, esos líos de este mundo futbolero ultra éxito.
Difícil es entender que un club que viene de dos logros seguidos y da pelea en su país y en Europa estalle en declaraciones, enojos, polémicas, desazón, bronca. Es cierto que la imagen que ayer dio el Barsa fue pobre, a tono con este reinicio pospandemia, como si el coronavirus lo hubiera contagiado futbolísticamente. Es cierto que su líder en la cancha Lionel Messi se destapó hablando justo tras la derrota, que aventuró un futuro desalentador para la revancha con el Nápoli por la Champions League y que el discutidísimo técnico Quique Setién dudó sobre su continuidad. Pero alguna vez hay que perder. Alguna vez el mismo Real, el Bayern Munich, la Juventus, Boca, River, Peñarol, Nacional, Argentina, Brasil cayeron. Alguna vez lejana los imperios y las dinastías milenarias dejaron de reinar. Alguna vez un tenista dejó de ser número 1 del ránking.
Pero no, el mundo ultraéxito del fútbol no lo entiende. Como te llamás Barcelona, tenés que ganar todo, así lleves 26 ligas y tantas copas internacionales, además de tanta trayectoria. Y apenas salgas segundo sos un desastre. No es posible, no es viable. Dice el dicho, lo importante es competir. Más en un campeonato que en verdad es un minitorneo de dos o tres, los gigantes más Atlético Madrid pero porque está Diego Simeone, y gracias. El resto, a entrar a las copas o a pelear por no descender. Sí, está buena la exigencia, hace moverse, superarse,respeta la historia. No por eso cuando el imperio cae hay que despedazar lo que le queda. El gran Barsa sigue y seguirá siendo el gran Barsa. Más allá de una tablita de una temporada.
Diego Martín Yamus.
@lostribuneros