El equipo de Marcelo Tinelli, Ciudad de Bolívar, sella su llegada a la Primera Nacional. Un logro impecable basado en la «gestión», arbitrajes de alta precisión (para un lado) y el místico «proyecto de desarrollo comprobable» que solo la AFA sabe definir.
En el barroco y siempre predecible mundo del fútbol de ascenso argentino, acabamos de presenciar una nueva obra maestra de la gestión. Ciudad de Bolívar, el club apadrinado por la omnipresente figura de Marcelo Tinelli, ha logrado el «milagro» de ascender a la Primera Nacional.
Sin embargo, este ascenso no huele a hazaña épica ni a vestuario sudado; huele a oficina, a teléfono y a esa clase de «viento de cola» que solo disfrutan los amigos del poder.
El «Golden Ticket» del Consejo Federal
Para entender este triunfo, hay que rebobinar. Bolívar no es un club que venga remando desde la última categoría durante décadas. No. Bolívar fue «invitado» a participar.
Mientras cientos de clubes luchan por presupuestos mínimos, el equipo de Tinelli recibió el Golden Ticket del Consejo Federal gracias a una justificación que es pura poesía burocrática: poseer un «proyecto de desarrollo comprobable».
¿Qué es eso? Nadie lo sabe con certeza, pero parece ser un eufemismo para «tener los contactos adecuados y el poder económico para que tu proyecto sea, convenientemente, ‘comprobable'». Es el tipo de discrecionalidad que transforma la competencia en un casting.
El Arbitraje Terapéutico
Una vez adentro, el «proyecto» necesitaba, lógicamente, un camino «allanado». Y ahí es donde el arbitraje argentino, siempre tan sensible al contexto, hizo su aparición estelar.
Las semifinales contra Argentino de Monte Maíz fueron el clímax. Una infracción brutal de Agustín Paredes (Bolívar), que cualquier mortal con un reglamento a mano hubiese sancionado con expulsión directa, fue milagrosamente degradada a una simple amarilla. Un gesto de piedad, quizás. Un «siga, siga» pero con tarjeta.
Los rivales, claro, se quejaron. Hablaron de penales no sancionados, de empujones en el área que para Bolívar eran contacto lícito y para ellos eran obstrucción. Pero eso, en la jerga de los ganadores, se llama «llorar» o «no entender el juego». Lo que para el resto es favoritismo, para Bolívar es simplemente «jugar con personalidad».
El Halo de Poder: No Toca, Pero Influye
Y luego, está el factor Tinelli.
El texto base dice que «no fueron presentadas pruebas formales de manejos irregulares». ¡Por supuesto que no! Esa es la belleza del sistema. El poder real no necesita dejar recibos.
Marcelo Tinelli no necesita llamar a un árbitro; su «halo de poder» lo precede. Su historial en San Lorenzo y en los pasillos de la AFA genera un «clima de sospecha» tan denso que parece influir en la física del balón. Los rivales no solo juegan contra once jugadores; juegan contra una sombra, contra un «fantasma» que, casualmente, siempre beneficia al mismo lado.
Conclusión: Un Triunfo de la Gestión
En síntesis, el ascenso de Ciudad de Bolívar es la historia de un éxito rotundo. Es la prueba de que en el fútbol argentino, el «proyecto» más importante no es el deportivo, sino el político.
No hay pruebas de fraude, solo «percepciones» negativas y «fallos polémicos». Y así, sin mancharse y con la legitimidad que da una invitación de la AFA, Bolívar celebra. El resto de los clubes ya tomaron nota: para ascender, más que entrenar pases, hay que practicar el lobby.