Diecinueve meses de un gran trabajo, con casi el 70 por ciento de puntos, dos títulos en una semana, no alcanzan. El histérico fútbol argentino no perdona a nadie. Sea campeón, finalista, tercero o último. La nueva víctima de esta real enfermedad fue Rodolfo Arruabarrena, el técnico de Boca despedido el lunes tras la derrota 0-1 con Racing por el Torneo Transición. Para colmo de una manera poco menos que vergonzosa para lo que debe ser una institución grande: el presidente Daniel Angelici lo echó en una conversación telefónica.
Y la desprolijidad de la dirigencia no sólo se evidencia en la forma. Porque el Vasco se fue tres días antes del nuevo enfrentamiento con la Academia por la Copa Libertadores. Y más aún, a una semana del siempre clave superclásico con River. Pero cuando los resultados mandan y los que conducen se dejan llevar por esa equivocada máxima, no hay trayectoria, resultado y ni siquiera circunstancia que valga. En lugar de tener la cabeza fría, de pensar en el momento de tormenta y en el que se le viene, fue preferible darle la razón a la hinchada, como en 2012 con la novela Falcioni-Bianchi, y destituir al entrenador que devolvió a Boca al primer lugar luego de cuatro años.
Arruabarrena dejó a su equipo esta mañana tras una conferencia de prensa en la que agradeció a todo el mundo xeneize, declaraciones de rigor acordes con su bajo perfil y absolutamente sensatas en un momento de locura como éste. Tuvo la coherencia que la dirigencia, que ya tiene antecedentes de cortar ciclos, no mostró ni en la decisión ni en la forma. Y como si fuera poco, le propusieron un absurdo de dirigir el jueves ante Racing para despedirse en la Bombonera. Una burla, como decir “te echamos pero quedate un rato más que te queremos”. Contradicciones lógicas cuando un mandamás se maneja con sinsentidos. Gracias a la buena idea de Angelici y su gente, Boca tiene que salir a buscar entrenador apuradamente, justo unas semanas después de que el presidente le ratificara la confianza. Una epidemia, tanto como el zika o el dengue, que afecta a cualquier DT cuyos números estén torcidos. Pellegrino en Independiente, Camoranesi en Tigre y ni hablar el puñado de los ya cesados durante este descarnado Transición. La guillotina de cabezas espera por el próximo.
Diego Martín Yamus
diegoanita@hotmail.com.ar
@lostribuneros