Fue el de Qatar 22 un Mundial con muchos matices, goles, vaivenes, pero flojo de nivel. De otra forma no puede pensarse una Copa del Mundo donde Brasil se volvió a quedar en cuartos de final con magra tarea, donde Uruguay no pasó el primer corte, donde los famosos europeos tan importantes pasaron verano a los ojos del fútbol, casos Alemania y España, ni hablar que Italia (rey de ese continente) hace dos que no asiste. Y salvo la histórica epopeya de Marruecos, africanos, asiáticos y de Oceanía de nuevo amagaron, pero no concretaron.
Entonces, el título de Argentina cobra relevancia no sólo por el triunfo final, sólo por ser el más alto del podio, de la tabla de 32 países. Argentina demostró méritos, cualidades, solidez, regularidad, ir de menos a más y no caerse, todo lo que se debe tener para ganar un Mundial. Porque tropezó con Arabia Saudita, pero luego nunca dejó dudas de su potencial, más allá de ganar dos veces en los penales. Un 2-0 sufrido, pero justo con México arrancó la remontada cuando parecía irse en primera fase, y el mismo marcador ante Polonia lo confirmó como equipo de temer. Buen 2-1 sobre un menor Australia que debió ser goleada fue seguido por otra soberbia tarea con Países Bajos, que sólo lo tuvo más de 120 minutos para pasar por su fortuna de diez minutos en el cierre. Arrasó a ese Croacia rocoso, guerrero, de alargues y penales en un periquete 3 a 0. Y arrasó a esta gran generación de Francia a pesar de tener que sufrir injustamente hasta los tiros desde el punto penal.
Argentina tuvo al mejor arquero, jugador y jugador joven. Devolvió el trofeo a Sudamérica tras 20 años. Rompió a esos duros europeos tan famosos y temibles. Fue superior en juego y goles, en actitud y en defensa ante cualquiera. Argentina cumplió el dicho: para ser campeón tenés que ganarle a todos. La Selección les ganó a todos. Más allá de lo que escriban las estadísticas.
Diego Martín Yamus.
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