En un giro inesperado para la historia del fútbol moderno, la selección de Alemania ha logrado lo impensable: derrotar a la temible escuadra de Luxemburgo con un humillante 4-0 en la ruta hacia el Mundial 2026. La noticia sacude los cimientos del deporte rey y abre un debate sobre si esta victoria es un verdadero regreso de la ‘Mannschaft’ o simplemente el resultado lógico de enfrentarse a… bueno, a casi cualquiera.
La Tragedia de la Expulsión Temprana
El partido comenzó con una feroz resistencia luxemburguesa que, por un total de 20 minutos, mantuvo en vilo al planeta fútbol. Pero el destino, cruel como siempre, tenía otros planes. Tras el gol inicial de David Raum de tiro libre (¡por favor, un tiro libre!), la desgracia se cebó con la potencia: el héroe luxemburgués Dirk Carlson cometió la audacia de usar su mano en el área, mereciendo una tarjeta roja y el consecuente penal.
A partir de ahí, con el marcador 1-0 y un hombre menos, la gesta se tornó imposible. El doblete de Joshua Kimmich (uno de penal, para no esforzarse demasiado) y el gol de Serge Gnabry tras el descanso solo sirvieron para infligir más dolor al gigante caído.
¿Un Triunfo o un Trámite Desagradable?
El desarrollo del encuentro fue, como se esperaba, un ejercicio de paciencia para los alemanes, que «manejaron el partido y hasta pudieron anotar más goles». Sí, pudieron, pero el orgullo europeo de Luxemburgo fue lo suficientemente grande como para limitar el destrozo a solo cuatro goles, incluyendo un tiro al poste de Wirtz que el universo no quiso que entrara, quizás por piedad.
La afición alemana celebra con mesura. La pregunta que flota en el aire es: ¿Si no le ganas por 10 goles a un equipo con 10 hombres, qué tan grande es la victoria? El técnico germano seguramente destacará la «solidez» y el «orden» ante la adversidad de… bueno, de nada.
Con este resultado, Alemania se sube a lo alto de su grupo, codeándose en la cima con titanes como Irlanda del Norte y Eslovaquia. El próximo desafío, precisamente contra los norirlandeses, será la verdadera prueba de fuego. Esperemos que Irlanda del Norte, en un acto de justicia poética, no tenga la mala suerte de empezar el partido con 10 jugadores. Sería un golpe bajo para la emoción de las eliminatorias.