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El Mundial Sub 20 disputado en Chile demostró, una vez más, que la rivalidad futbolística entre la selección local y Argentina no conoce de categorías, ni mucho menos de buenas formas. La tónica del torneo fue una sostenida y sonora hostilidad de los hinchas chilenos hacia el combinado albiceleste, un ambiente que transformó cada partido argentino en una olla a presión.
La polémica se centró en los abucheos y silbidos que el público chileno dedicó a los jugadores, tanto durante el desarrollo de los encuentros como, de forma especialmente notoria, durante la ejecución del Himno Nacional Argentino. La animosidad fue palpable: incluso un gol de Cuba ante Argentina fue celebrado con fervor en las tribunas chilenas.
Reacciones con Sarcasmo y Tres Estrellas de Récord
Lejos de amedrentarse, los jóvenes futbolistas argentinos optaron por responder a la presión con ironía y gestos de sobrada templanza, una actitud que rápidamente encendió las redes sociales.
La imagen más viral fue la de Alejo Sarco, delantero y una de las figuras del equipo. Tras recibir las pifias, Sarco se llevó la mano al pecho y, mirando a la tribuna, se rascó el escudo donde brillan las tres estrellas de campeón del mundo. Una clara referencia a la gloria obtenida por la selección mayor y que el público chileno intentaba ignorar.
Consultado sobre el gesto, Sarco se despachó con un sarcasmo que resume el sentir del equipo: “Me picaba un poco el pecho. Estaban silbando mucho y creo que eran las estrellas que me estaban picando ahí”.
En la misma línea, el jugador Juan Villalba minimizó los abucheos, convirtiéndolos en un elogio a la rivalidad: “Es lindo venir acá y que te pifien en un país vecino, con la rivalidad que hay”.
Estas reacciones, vistas por muchos como provocaciones y por otros como muestras de carácter ante la presión, solo sirvieron para añadir más leña a la ya histórica confrontación. El Mundial Sub 20 no solo fue un campo de juego para el fútbol, sino también para reafirmar que, en el cono sur, la cancha es siempre un escenario de pasiones desbordadas y rivalidades que trascienden generaciones. El «picante» está servido para el próximo enfrentamiento.
