El fútbol es sinónimo de paz. Y en México se vive con mucha intensidad, sobre todo en el norte del país. Hace un año y cuatro días, se vivió un suceso terrible en la historia del futbol.
Si bien se sabe, el fútbol ha sido, lamentablemente, sinónimo de violencia y ha sido manchado por aquellos que no ven por el interés del juego, si no por el mismo de ellos, los individuos que nos perjudican.
La violencia en el futbol siempre ha sido el tema que los directivos quieren que tú no sepas, y más que combatirlo, tratan de evitarlo. Hay países en donde se tienen leyes que vinculan la violencia del fútbol con las leyes del país. Los casos son: Italia, Argentina, y últimamente, los Balcanes (Croacia, Serbia, Bosnia) quienes están sufriendo una carencia de hinchas por las nuevas leyes represantes contra los hooligans o ultras.
La verdad es que, ningún país esta exento a sufrir de este fenómeno que en los últimos años ha causado daños colaterales a las federaciones de los respectivos países. México es uno de los países en los cuales aun no se han establecido leyes y normas en contra de este fenómeno de la violencia en el futbol. Los enfrentamientos se dan antes del partido y la policía no hace nada más que tratar de reprimir. Pero a todos esos individuos que cometen actos ilícitos, los meten a la comisaria por 3 horas, y después los dejan libres.
La gente es muy futbolera y apasionada, por eso este problema no llega a crear un sentimiento de miedo en los hinchas mexicanos, quienes solo se preocupan por apoyar a su equipo. Claro, que hay una gran diferencia entre alentar y apoyar. Pero aquel 20 de Agosto, paso lo inesperado…
Era un sábado, un día que, cada 15 días, se practica una costumbre, un ritual, entre los habitantes de la comarca lagunera: Claro que estoy hablando de ir a la cancha a ver a Santos Laguna.
Ese día la gente nunca se imagino lo peor. Y era un partido tranquilo: Morelia.
No era un clásico, pero tampoco era un juego aburrido. Morelia es un equipo que da partidos tremendos cuando de jugar de visitante se trata. Es por eso que no muchos se querían quedar afuera. Todo era tranquilidad en el aire y todo era abundancia de alegría por las calles. Jugaba el verde, jugaban los guerreros. Eran las 6 de la tarde y la gente iba a paso apresurado para entrar al Territorio Santos Modelo, lugar donde se encuentra el Estadio Corona, casa de los guerreros.
Para el lagunero, ir al estadio es, más que nada, sacar el estres que se lleva de cada semana, de cada día de laburo, de cada coraje guardado. Es el día en el que puedes gritar lo que quieres, desahogarte junto con muchos estresados, sin que nadie te diga algo o te cuestione. Un día antes, habían encontrado varios cuerpos sin vida en las afueras de Gómez Palacio, ciudad que está pegada a Torreón, y que, junto con Lerdo, forman la hermosísima Comarca Lagunera. ¿Esto en que afectaba a la gente a ir al estadio? En nada. Los habitantes somos consientes de la situación que se vive, pero como dice un dicho que se hizo famoso y común escuchar ante la ola de violencia que se vive: Fue su cruz, el que anda mal, mal le va. Esto haciendo referencia a la guerra entre los carteles de las drogas, quienes constantemente están en guerra, que matando a gente del cartel contrario, dejan su mensaje.
Llegó la hora de entrar al estadio. Una larga fila fuera de todas las entradas, los vendedores y su venta de suvenir a todo lo que da, los comentarios previos al partido, hubo quienes iban de la mano junto con sus hijos, y ansiosos, esperaban el silbatazo oficial para el inicio del juego.
Y al fin comenzó. Dentro del estadio, jugaron los dos equipos, era un partido que empezó entretenido, con llegadas al cuadro moreliano por parte de los guerreros. El encuentro marchaba a ceros, y nada relevante más que las llegadas constantes por parte de los dos clubes.
Llegó el minuto 39, y el cuadro del Morelia se había acercado a la portería rival. De pronto el portero del Morelia, el argentino, Federico Villar empieza a correr por la cancha, tratando de cruzar hacia el otro extremo, y a su paso, gritándole a sus compañeros y a los futbolistas que estaba ocurriendo un enfrentamiento. La gente sufrió un cambio terrible. Todo paso de la alegría al a tristeza. Las risas se convirtieron en llanto, miedo y gritos de desesperación. Los jugadores que tenían a sus familiares en las gradas, no dudaron en ir hacia ellos y resguardarse junto con ellos.
El tiroteo no duro más que 5 minutos. Pero en esos 5 minutos, tuvo que pasar una eternidad para que la gente se tranquilizara. Durante el tiroteo, los asistentes se resguardaron en su lugar, agachando su cabeza y sin perder la calma, hecho que sorprendió a todo México y al mundo, por la ética en que la afición resguardo la calma, sin perder el control y sin que nadie les diera indicaciones. No perdieron el control sino hasta que el sonido local empezó a hablar y a decir que todo estaba controlado. Un gran mentira que todos nos comemos en nuestro país lamentablemente. La gente por temor a que alguno de los maleantes entrara al estadio, prefirió correr y resguardarse en los túneles de salida de los jugadores.
Algunas personas, como yo, que teníamos familia en otra sección del estadio, no dudamos en correr y buscar a los nuestros. Yo tenía a mis padres en las plateas. Y claro que, con miedo a que algo más pasara, y con la impotencia de no saber donde estaban ni su estado de salud, corrí y los busque, hasta que los encontré y les di el abrazo más largo de la vida, como si pasaran 50 años sin verlos. Les di un beso en la mejilla a cada uno, les recordé lo mucho que los quiero, y me quede junto a ellos. Y claro que también fui uno de los desesperados, locos por saber de un lugar donde pudiera estar seguro en mis padres ingrese al campo a correr.
Mi madre llorando, y mi padre, preocupado por no saber donde me encontraba. Si recién hace 2 semanas había sufrido un problema de inseguridad en carne propia, cuando unos maleantes me asaltaron y me quitaron el carro, imagínense como estaban mis padres…
Amistades que tengo en otros países del continente, cuando les cuento esta historia, me preguntan: Bueno, ¿y por qué no le marcaste a tus papas? Claro que lo hice, pero el problema fue que la red de comunicación celular y telefónica fuer cortada para evitar cualquier malentendido. No dejaban salir ni entrar a nadie. Tuvimos que resguardarnos en el estadio por dos horas para poder obtener la luz verde de salir a agarrar camino para regresar a nuestros hogares. Después de lo sucedido, transmitieron por las pantallas del estadio el partido entre Chivas y San Luis. Nos quedamos a ver el partido y finalmente cuando acabo el partido de Chivas, dejaron salir a la gente.
Y recuerdo bien que, mientras pasaban el juego de Chivas-San Luis, en la transmisión pusieron un recuadro donde pudimos apreciar como reaccionamos, y como estuvimos en el momento de los hechos. Volvimos a escuchar ese sonido de ametralladora que volvía a retumbar en el estadio. Y fue ahí donde varios volvieron a soltar las lagrimas por el recuerdo del pánico y de la impotencia de vivir esto día con día.
Contando la otra hora que pasamos en el estacionamiento por esperar a que el tráfico se desahogara y se librara, estas fueron las 3 horas más horribles de mi vida. Lo que más me dolió, fue lo que se sucinto, no por ser una balacera, sino por el lugar donde ocurrieron los hechos. En el único lugar donde la gente se sentía segura. En el único lugar donde se ponen a soñar chicos y grandes. En el único lugar donde todos los 30 mil espectadores, nos convertimos en uno solo. En el único lugar, donde tenemos tranquilidad…
Después de ese suceso, fuimos el ojo del huracán. El ojo de los noticieros gringos y de todo el mundo. Cuando yo veía las notas en otros países, se me caía la cara de vergüenza por lo que hablaban de nosotros. La situación estaba horrible, pero los medios nos pintaban como si fuéramos, sin menospreciar, Iraq o Irán, incluso nos comparaban con las guerras que tenía el Congo en ese entonces. Se hablo mucho en este país por lo suscitado.
El presidente Felipe Calderón mando su manifiesto de apoyo al pueblo Lagunero, y todos los altos mandos de los estados mandaron su muestra de solidaridad con nosotros. Pero ni eso, ni el mismo presidente de Estados Unidos, ni el mismo Mahatma Gandhi, lograran quitarnos esa sensación de tristeza y coraje de nuestras mentes, ese nudo en la garganta que aun se nos hace cuando pensamos en aquel momento donde todo fue amargura…
Increíblemente, una semana después y sin sufrir ningún castigo por parte de la federación, el estadio corona volvía a tener actividad, esta vez los guerreros se enfrentaban nada más y nada menos que a las Chivas de Guadalajara. Como respuesta de los altos mandos de seguridad, hubo una movilización policiaca enorme, la más grande que ha habido en la Comarca Lagunera desde que la guerra empezó.
Mandaron más policía federal a resguardar las inmediaciones, efectivos del ejército mexicano y de la marina mexicana también se hicieron presentes. Los camiones de los jugadores del Chivas y de Santos fueron resguardados por efectivos de todos los mandos de seguridad del país. 30 patrullas de la policía federal, con 8 elementos cada una, 20 motocicletas de la policía local y federal, y 2 patrullas de la policía estatal resguardaron la llegada de los dos equipos al estadio corona.
Muchos tenían miedo de asistir a la cancha después de lo sucedido. Pero fue todo lo contrario: Hubo Lleno total en el estadio. Todas las localidades se vendieron en su máximo auge. La gente lleno el estadio como muestra de solidaridad con el equipo. Más que muestra de solidaridad, fue para demostrarle a todo el mundo que, nosotros no nos rendimos, que a pesar de todo lo que pasaba, seguíamos de pie, mirando de frente tratando de construir un mejor futuro para los nuestros. Era una señal de que nada nos turba. Como lo dice aquella frase que se hizo famosa cuando el equipo estaba a punto de desaparecer por los problemas de la franquicia: ¡¡UN GUERRERO NUNCA MUERE!!
Y menos en su campo de batalla. El partido contra Chivas lo empatamos 1 a 1, pero la salida de los jugadores fue la que conmovió a todo el país. Los jugadores de ambos equipos, salieron agarrados de la mano, junto con los trabajadores del día a día: Mineros, taxistas, meseros del estadio, cajeros, directivos de ambas escuadras… Todos unidos por una sola causa, como siempre lo tiene que ser: El futbol.
El ejército mexicano, junto con la policía federal, ya recorrían las calles antes de este suceso. Llevan años que están presentes en nuestra comunidad, rondando como si estuviéramos en guerra con otro país. Y la verdad es que estamos en una guerra, no contra otro país, sino contra aquellos que solo han causado tristeza y dolor en nuestras comunidades.
Rodé una lágrima por imaginarme lo peor que pudo pasar. Por la incompetencia de nuestro país por no poder resolver aun del todo ese problema, manchando el deporte más popular de este país. Y claro, se me empaparon los ojos y se me hizo un nudo en la garganta al estar escribiendo esta nota.
Desde la ciudad de los grandes esfuerzos (Torreón Coahuila) en México, para TRIBUNERO.COM informó Emmanuel Peña