Generan indignación comentarios superficiales de relatores y comentaristas de las grandes cadenas de televisión, y de periodistas y presentadores también, cuando se llenan la boca de lo que «hay que aprender de Europa».
Hablan llanamente sin mirar atrás, en el tiempo. Basta con apelar a la memoria de quienes pasaron los 45 años o, bien, apelar a la Internet para encontrar material alusivo de uno de los días más bochornosos y vergonzosos de la historia del fútbol mundial.
No se trataba de un simple encuentro entre dos equipos de diferentes países sino que se trataba de la final de lo que hoy conocemos como Champions League y jugada entre dos populares como Liverpool y Juventus.
Era 29 de mayo de 1985 y la ciudad de Bruselas, capital de Bélgica, veía como el público italiano, inglés y locales iban colmando las graderías del estadio Heysel.
La barra brava de Liverpool, o Hooligans, como más te guste, decidió entrar al estadio por la zona «neutral» que en verdad estaba poblada por hinchas del propio equipo y de los turineses, mientras que otros seguidores del Rojo le tiraban todo tipo de objetos a sus pares juventinos.
Al ver el estado de violencia de los ingleses, la gente del equipo Cebra comenzó a retroceder a tal velocidad que acabaron generando una avalancha tal, que la multitud terminó aprisionada contra las rejas de metal que separaban el campo de las graderías; 39 acabaron fallecidos y más de 600 heridos.
Esto sucedió una hora antes del encuentro. La UEFA fue debidamente notificada, sin embargo, pensaron en el dinero que irían a perder y por causa del vil metal, decidieron que la puja se jugaría de todos modos.
La policía de Bruselas no daba abasto y esperaban refuerzos. La propia gente se auto evacuó como pudo, dejando los cadáveres en un costado de la tribuna mientras que los equipos de Liverpool y Juventus comenzaban a hacer precalentamiento.
La televisión alemana había pagado una fortuna por los derechos de televisación de la puja para su país, sin embargo, decidió suspender la transmisión del partido presa de la indignación tras la actitud de la UEFA de hacer jugar el partido.
En la cancha Juventus terminó ganando y levantando el trofeo, nada más.
Liverpool recibió una severa sanción, al igual que el resto del fútbol inglés; hasta finalizado el Mundial de Italia 1990, ningún equipo de ese país pudo jugar torneos internacionales, tampoco la selección de Inglaterra.
El estadio Heysel fue suspendido de por vida para encuentros internacionales, por lo que acabó siendo derribado y en su lugar está el estadio «Rey Balduino», donde se jugaron partidos de la Eurocopa de 2000 realizada a medias con Países Bajos.
Pero, los ingleses poco aprendieron de esto ya que cuatro años después 96 aficionados murieron de la misma manera que en Heysel. Todos eran hinchas de Liverpool.
@lostribuneros