29 años se cumplen de la final más injusta de la historia

El 13 de diciembre de 1987 quedará en el recuerdo del mundo futbolero por haber sido una disputa dispar por causas climáticas; Peñarol y Porto jugaron la final Intercontinental bajo una nevada.

Por razones de calendario y de contrato la FIFA no permitió posponer el partido final entre el campeón de la Copa Libertadores de América y el de la Champions League (Copa de Campeones por aquellos tiempos), pese a la tormenta de nieve que se desató, de manera inesperada, sobre la ciudad de Tokyo.

Esa final jugada por un Peñarol plagado de juveniles bien pudo haber sido pospuesta ya que las condiciones para el encuentro no eran nada buenas, sumándole que los futbolistas uruguayos jamás en su vida habían visto lo que era la nieve, y mucho menos, cómo se debía jugar ante este fenómeno.

Por el contrario, los portistas la tenían tan clara que su arquero Josef Mlynarzcyk hizo muritos de nieve en su área que fueron capaces de parar una pelota de gol del «Pollo» Daniel Vidal, por ejemplo.

Futbolistas de Peñarol intercambiaban banderines con el público por guantes que tenían un material, que al frotarlos, les calentaban las manos. Ya en esa época no había vallas ni muros que separen al público del campo de juego.

Los portugueses, acostumbrados al frío propio y a las condiciones atroces de Europa del norte, estaban en sus anchas y se sabían todas las mañas.

El cuerpo médico del popular club uruguayo admitió luego que hubo jugadores con principio de congelamiento en sus piernas producto del impactante frío.

Los portugueses no se la llevaron de arriba pese a que vencieron por 2-1, debieron hacerlo en tiempo suplementario.

@lostribuneros

 

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