Carlos Angel Roa es uno de los grandes apellidos del arco en la Argentina. No sólo por su rica carrera en nuestro país y Europa, sino por su corta pero gloriosa hora en la Selección, aquella en que atajó penales para humillar a Inglaterra en 1998. Pero antes, muchos años antes, debió contener la más peligrosa de las pelotas, su lucha con el paludismo.
En agosto de 1990, vaya a saber qué mente organizó una gira de Racing Club (donde Roa ya era indiscutido) por varios países de Africa Negra, entre ellos Congo. Epicentro de pobreza de todo tipo si los hay, más en esa década en que aún no había tantos medios clínicos y mucho menos de comunicaciones. Tras caer 2-1 con la selección de Togo, Roa y sus compañeros regresaron para jugar el Torneo Apertura 1990, el que se llevó el Newell’s Old Boys de Marcelo Bielsa. Pero en su equipaje trajeron la pésima noticia de la enfermedad del arquero.
Por supuesto el plantel, de magra campaña ese tiempo, se había dado la vacuna contra el paludismo, una de las patologías más típicas de esos lugares, que si es tratada enseguida se cura pero si no es mortal. Se dijeron muchas cosas alrededor del asunto, como que el «Lechuga» (de alimentación vegetariana y de religión adventista) no quería ingerir la medicación (quinina) por esos motivos. Pero el guardameta héroe del Mundial 98 contó luego la absoluta verdad a FIFA.COM.
“¡Fue desastroso! Nos fuimos de gira a África a principio de los 90 y me atacó pese a que había tomado la medicación. La enfermedad no era muy conocida en Argentina y se manifestó al regreso. Me estaban por dar el alta y sufrí una recaída que me dejó un mes internado. Tuvieron que ir a Brasil a buscar la medicación porque acá no había. La pasé muy mal, me curé de milagro. Creo que en mi vida entré al quirófano unas diez veces. ¡Un récord! Salí de todo gracias a Dios, estoy cada vez más creyente (risas)”, manifestó al sitio web de esa entidad. Y en otra entrevista a la revista Sólo Fútbol fue tajante: «Eso de que no tomé las pastillas es absolutamente falso; soy vegetariano, pero no tanto».
Después de ese perdido episodio, a Roa le llegaron sus mejores años: campeón con Lanús de la Copa CONMEBOL 1996, su pase al Mallorca, su hazaña atajando penales al Barcelona de Rivaldo para alzar la Copa del Rey y la epopeya con la albiceleste de Passarella en Francia 98. También debió soportar un cáncer de testículo que lo tuvo varios meses afuera, se recuperó y jugó hasta su retiro en 2006 en Olimpo de Bahía Blanca. Un verdadero guardameta bajo los tres palos, no sólo de fútbol.
Fuentes: Diario La Nueva (Bahía Blanca) y archivo Tribunero.com
Diego Martín Yamus.
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