1989: la primera hora mundial de Costa Rica

La zona futbolística de Centroamérica, la CONCACAF, era dominada exclusivamente por el gigante México hasta los años 80. Pero los tiempos magros de los aztecas abrieron el juego a otras selecciones hasta entonces apenas de relleno. Así arribaron al Mundial en 1982 Honduras y El Salvador o Canadá en 1986. De Costa Rica no había noticias, sólo aquellos títulos del nacimiento de la Copa regional en los 60. Hasta que en 1989, los «ticos» decidieron unirse a los grandes nuevos protagonistas.

Costa Rica, que comenzara a jugar en 1921, había estado cerca entre 1958 y 1966 de alcanzar la Copa del Mundo, siempre frenado por los mexicanos. En 1985 arribó al triangular final con Canadá y Honduras. A mediados de 1987, el uruguayo Gustavo De Simone tomó a la selección, inmersa en graves problemas de organización y equipamiento. Los futbolistas se entrenaban en el estadio Nacional de su capital San José, siempre que les fuera permitido, usando como vestuario una tribuna con aroma a orina. No contaban con pelotas ni ropa adecuada, se ponían medias gastadas y en algún caso rotas. La Federación atravesaba una mala situación económica y no manejaba con seriedad las cosas.

Todo empezó a mejorar con la llegada del doctor Longino Soto a la presidencia de la FCF. El equipo tuvo condiciones dignas de trabajo y así comenzó al comando de De Simone el camino a una posible primera clasificación mundialista. La que arrancó difícil con un inesperado 1-1 con Panamá de local el 17 de julio de 1988, que se enderezó dos semanas después con un gran 2-0 de visitante. Gente como el arquero Conejo, el central Roger Flores, los medios Chavarría, Oscar Ramírez y Guimaraes o los delanteros Juan Cayasso y Hernán Medford iban surgiendo en la consideración zonal. Y el escándalo de adulteración de edad del Sub 20 de México, su siguiente rival, lo descalificó y le quitó a su sombra negra de siempre para encarar el pentagonal rumbo a dos lugares en Italia 90.

Pero el desafío ese 1989 pintaba complicado, con Estados Unidos dispuesto a volver tras 40 años y El Salvador con algunos históricos de España 82 como el «Mágico» González. Encima de pronto apareció un revelador Trinidad y Tobago que lucharía hasta lo último. Sólo Guatemala, a pesar de una buena generación, parecía fácil. Y tampoco lo fue, porque los costarricenses empezaron el 19 de marzo justamente con derrota 0-1 ante sus vecinos de visitantes, lo que llevó al despido de De Simone y su reemplazo por el local Marvin Rodríguez.

Enseguida los de camiseta roja se pusieron de pie venciendo el 2 de abril la revancha ante los guatemaltecos 2 a 1 en el Nacional, gracias  a un gol faltando 12 minutos de Evaristo Coronado. Y el 16 consiguieron allí triunfo de cuatro puntos (eran dos de premio) sobre Estados Unidos 1 a 0. Podrían haber sacado otro en el desquite, pero los norteamericanos ganaron 1 a 0 con un mal arbitraje del hondureño Martínez, que anuló incorrectamente un tanto de Marchena; los hinchas lo encontraron en el aeropuerto de regreso y lo insultaron ampliamente.

La chance de recuperarse era con el ascendente conjunto trinitense, que le puso el asunto difícil en los dos encuentros. El 28 de mayo Costa Rica logró un esforzado 1-1 en Port of Spain con otro gol de Coronado, y el 11 de junio un temprano tanto de Cayasso a los 2 minutos le dio el triunfo y un horizonte más despejado a su gran objetivo. Más cuando el 25 de junio jugó de forma brillante contra El Salvador en el estadio Cuscatlán con 40.000 personas y un local que quiso la victoria, hasta que dos golazos de Leonidas Flores marcaron un enorme 4 a 2 y la ocasión de sacar gran ventaja sobre estadounidenses y caribeños si se vencía a los salvadoreños en la revancha.

Los más experimentados del plantel daban fuerza a los demás. Antes del partido que podía ser la gloria, uno de ellos, Roger Flores, arengó en una reunión: «¡Muchachos, esta es la última oportunidad y no hay otra!». Sus compañeros le hicieron caso y aquel 16 de julio salieron a por la alegría en el Nacional. Coronado iba a ser titular, pero amaneció con un dolor cervical que obligó al técnico Rodríguez a colocar a Pastor Fernández. Y el delantero le respondió, y cómo: a los 55 minutos cabeceó en anticipo perfecto sobre dos defensores y logró el 1-0 definitivo que le abría la casi llegada a su primer Mundial. A falta de 10 puntos, Costa Rica llevaba 9 a Estados Unidos y Trinidad y Tobago.

El desprolijo fixture había hecho concluir la participación costarricense pero los otros tenían menos partidos. Los escoltas fueron  ganando y descontando la distancia, hasta que el 8 de octubre el 0 a 0 que Estados Unidos sacó en Guatemala selló la clasificación de los Ticos. Los futbolistas curiosamente estaban en una gira de fogueo por Italia y en su hotel en Torino se enteraron y lo alborotaron de festejo, lo que asustó a los empleados que no entendían de qué se trataba, hasta que supieron y se unieron a la celebración. Los protagonistas centrales esa tarde fueron Conejo, Quesada, Róger Flores, Montero, Enrique Díaz, Marchena, Chavarría, Cayasso,  Claudio Jara (Hidalgo 71′), Pastor Fernández y Leonidas Flores.

Con tanto sacrificio, adentro y afuera del a cancha, había sonado la hora mundial de Costa Rica. Luego fue el serbio «Bora» Milutinovic quien tomó la posta y los condujo a una gran tarea en su debut en la Copa, derrotando a Escocia y Suecia, apretando a Brasil y pasando a octavos de final, donde le hicieron fuerza a la potente Checoslovaquia que finalmente los goleó 4 a 1. Era la continuación de una nueva vida: la de Costa Rica famosa mundial.

Fuentes: Diario Nación (Costa Rica) y RSSSF

El gol del recién llegado Pastor Fernández que valió el pase mundial: 

Diego Martín Yamus.
diegoanita@hotmail.com.ar

@lostribuneros

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