Quequén es una localidad del sur de la provincia de Buenos Aires, una de las tantas de la hermosísima costa atlántica argentina. Separada de la gran Necochea por el río Quequén, de unos 14.000 habitantes, es conocida por su faro, sus playas y el excepcional monumento a los soldados caídos en la guerra por las Islas Malvinas. El fútbol, como en cualquier pueblito del interior, ocupa su buen lugar. Pero siempre en la pequeñez de los humildes. Hasta que en 1988, uno de sus integrantes, Estación Quequén, emergió de la modestia y llegó nada menos que a la luminosa B Nacional, la segunda división nacional.
El albiverde tenía apenas 19 años de vida. Se había fundado un 18 de octubre de 1969 y jugaba en la liga necochense, en la que a poco de su andar había conquistado ya siete veces, cinco seguidas entre 1974 y 1978. Pero desde 1981 no había vuelto a ganarla, hasta que en 1986 sorprendió al obtener el título y clasificarse para el antiguo Torneo del Interior, que hoy sería un Federal A, el que daba lugares en el Zonal Sureste y Noroeste, dos minitorneos que a su vez ponían a un equipo en el segundo certamen de la AFA. El once dirigido por Oreste Ortiz, tío del joven presidente José Luis Ortiz, dio una muestra de lo que haría después con un trabajo sólido, que culminó el 3 de abril de 1988, cuando venció 3-1 a Argentino de Pehuajó y fue al recordado Zonal junto a otros clubes de otras regiones y dos de la Primera B Metropolitana.
El 23 de abril, Estación comenzó su sueño en los cuartos de final con derrota. Sol de Mayo de Viedma, Río Negro, lo vencía 2-1 (gol de Guerrero) y lo obligaba a sacar dos tantos de diferencia para pasar. Y el 30, lo logró en la cancha de Rivadavia de Necochea, donde jugaría de local esos tiempos, ganando 4-2 gracias a Mario Márquez de penal, Sergio Mainardi, Fabián Mainardi y Pablo Dialeva.
El 8 de mayo le esperaba el popular Almagro, que tenía varias figuras del ascenso como el arquero Norberto Peratta, Roberto «Beto» Horvath, Ariel Perticarari y un talentoso número 10 llamado Ricardo Caruso Lombardi. Pero el quequense ganó 1-0 la ida con tanto de su delantero Luis «Paquillo» Sánchez. La vuelta el 21 en José Ingenieros fue reñida, Almagro ganó también 1-0 (Carlos Pérez en contra) pero no pudo alargar la diferencia en el suplementario y fueron a los penales, donde el arquero Ricardo Erasún fue el abanderado del enorme triunfo 8-7, atajando el tiro de Perticarari y marcando el último para poner al humilde Estación en la final por un lugar en el entonces llamado Nacional B.
Estar en la decisión era ya un hito. Pero había que completarlo. Y otro nombre pesado, Olimpo de Bahía Blanca, le tocaba ahora. El presidente Ortiz recordó: «En nuestro equipo teníamos buenos jugadores, pero Olimpo era el gran candidato. Tenía a Lemme, Depietri, Rubens Navarro, que había llegado de River, Palacio, el papá del delantero que después jugó en Boca e Italia,… un gran equipo que venía goleando en los partidos anteriores». Sin embargo, el 29 de mayo en su estadio Roberto Carminatti no pudo ganar. Su emblemático goleador Raúl Schmit abrió el marcador antes del entretiempo, pero Fabián Mainardi (luego de larga carrera en Lanús) igualó al comenzar el segundo tiempo. Entonces, con el 1-1 todo quedó para la revancha.
El 5 de junio la pequeña cancha de Rivadavia estaba a reventar. Ortiz decía: «Fue un récord de presencia de público. En media hora vendimos las 7.200 entradas que nos mandó AFA, pero la situación se desmadró y hubo 10.000 personas. Toda la ciudad quiso estar presente». Estación formó esa tarde de sol y frío con Erasún; Guillermo Dindart, Carlos Pérez, Fabián Mainardi, Carlos Beguiristain; Mario Márquez, Sergio Mainardi, Hugo Molina (Pedro Dinizio); PabloDialeva, Luis Sánchez y Ricardo Guerrero (José Beguiristain).
El partido era tan parejo como el de Bahía Blanca, hasta que a los 31 minutos Luis Sánchez sacó un remate de derecha que se metió en el arco visitante. El local aguantó el marcador y con el pitazo final, consumó la hazaña. De aquel octavo campeonato 86 en Necochea, de aquel Interior 87/88, Estación Quequén era nacional. Y grande, aunque no lo fuera.
Tanto que apenas una semana después, y gracias a los particulares reglamentos afistas, participó en el Torneo Reducido por el segundo ascenso a la Primera división A, como se llamaba lo que hoy es la Superliga, perdiendo en la primera ronda ante el poderoso Chaco For Ever. Y ya en el Nacional B, hizo una muy mala primera rueda y, aunque levantó en la segunda, terminó 18º entre los 22 del torneo y con el peor promedio de descenso, por lo que allí concluyó su aventura.
Pero nadie le quitó lo bailado. Ortiz comentó: «El recuerdo de aquel ascenso es algo maravilloso. A medida que te vas haciendo más grande te ponés más melancólico. Éramos un club muy chico, en ese momento teníamos diecinueve años de vida y apenas 150 socios. Se hizo una cooperativa con el plantel para el Torneo del Interior. Fue todo muy a pulmón. Por eso a medida que pasan los años lo valoramos más». Y cómo no, porque aunque ahora viaje por el remoto confín del Federal Regional Amateur, nadie olvida que Estación también hizo famosa a Quequén.
Un 5 de Junio de 1988, un pase de más de 40 metros del inolvidable “Calija” Guerrero, para que uno de sus compadres futbolísticos, se sacara al defensor de Olimpo de Bahía Blanca de encima, y con un remate fuerte, abajo, al primer palo del arquero aurinegro, desatara la locura de las miles de almas que se dieron cita en el Estadio de las …
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Diego Martín Yamus.
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