Probablemente sea el «partido más largo del siglo», como se suele llamar irónicamente a aquellos suspendidos que regresan días o meses después. Pero éste se jugó en el mismo día, por lo que e estaría bien considerarlo así. Seguro fue el más largo de la Copa América ese 29 de mayo de 1919, cuando Brasil se la llevó en Río de Janeiro al vencer a Uruguay 1 a 0 en tiempo suplementario. Un tiempo suplementario eterno, nada menos que 60 minutos que conformó una final de 150.
Eran los inicios del torneo más añejo de selecciones, en su tercera edición tras su creación en 1916 y los de ese año y 1918, ambos ganados por los uruguayos, que buscaban en Río el tricampeonato contra un Brasil que no era la potencia de hoy, a pesar de tener al gran Arthur Friedenreich, el primer jugador de raza negra en su país. El naciente certamen era un simple cuadrangular entre los dos, Argentina y Chile, los fundadores de la flamante CONMEBOL. Los finalistas habían superado notoriamente a argentinos y chilenos y llegaron a la última jornada igualados en puntos.
En el antiguo estadio Das Laranjeiras debía haber un vencedor ese 26 de mayo. Los celestes se colocaron 2-0 ante unos 23.000 cariocas que llenaban el recinto, con goles de Isabelino Gradín y Carlos Scarone, y parecía que tenían el «tri», pero Neco, la otra gran figura local, marcó un doblete y el 2-2 derivó en un partido de desempate, bien como era esa época de definiciones.
Tres días después era la repetición en el mismo lugar. Treinta y cinco mil hinchas querían el éxito de su selección, dirigida por Haroldo Domingues. Pero once orientales entrenados por Severino Castillo buscaban darle la vuelta en la cara a su vecino. Así fue tan parejo el partido que los 90 minutos concluyeron de nuevo empatados a cero. Entonces se procedió al alargue, nadie sabe por qué de una hora en lugar de los 30 minutos que se hacen hoy. Los 22 protagonistas corrieron 150 minutos, una locura sin medida en un tiempo donde la preparación física aún no era central. Por suerte para los físicos de todos, hubo un gol definitorio. Y fue justamente Friedenreich, a los 2 minutos del segundo período de 30, es decir a los 122, el héroe del título.
Si Uruguay hubiera arribado a la paridad, se sabe que se hubiera hecho otro partido, y otro y otro si era necesario. Como diría la gente tribunera, jugarían «hasta el día del arquero». Aquí en 150 minutos se decidió todo. Nada más ni nada menos que un puñadito de dos horas y media de fútbol.
Fuente: RSSSF
Diego Martín Yamus.
diegoanita@hotmail.com.ar
@lostribuneros