Una, dos, tres, cinco, diez y hasta trece. Él ya no cuenta el número de veces que realiza el mismo gesto durante un partido. Porque además tampoco es el más agradable: recoger el balón del fondo de su propia meta. Una rutina que desanimaría a cualquiera, pero que nunca ha mermado la motivación y el espíritu competitivo de Aldo Simoncini. …
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