Soñando despiertos en una mágica noche angoleña

Fue una noche de ensueño. Mäs que vivirla, casi fue soñar despiertos con la magia de una noche perfecta de noviembre. Así fue la de este viernes, cuando integrandes de la redacción de Tribunero.com asistimos a la fiesta del aniversario de la independencia de Angola, nuestra querida Angola, que se puso hermosa para festejar sus 41 añitos. En un imponente escenario natural, las estrellas brillaron doblemente en el agradable clima primaveral, y la música y el ambiente alegre y cálido redondearon una jornada inolvidable para nuestro corazón.

Invitados por la divina Rosa Mangueira, les recordamos la jefa de prensa de la Embajada, a quien conocemos por nuestra participación radial en Amor por Africa, vivimos el honor y la alegría grande de estar en medio del caluroso grupo angoleño. Llegamos a las 19.15 aproximadamente, tras un viaje largo y complicado en colectivo y un inesperado remise, a esa residencia de las Lomas de San Isidro, zona de altísima categoría del norte de Buenos Aires. Tras pisar la alfombra roja sobre el cemento y pasar la recepción, muy bien saludados, nos encontramos con el amable Ramiro, el joven argentino asistente de Rosa, a quien buscábamos con ansias para darle un beso, pero una lástima que no apareció. Y las correctísimas recepcionistas nos pidieron sacarnos una foto protocolar con Hermínio Joaquim Escorcio, el embajador. El hombre, impecablemente trajeado, nos saludó dándonos la mano, nosotros lo saludamos en portugués “Boa noite, feliz dia da independença”  y le preguntamos “¿vocé é o embaixador?”, con aplomo de nuestro conocimiento de su idioma oficial. Nos contestó sí amablemente, nos tomó del hombro y posamos para la foto. De esa entrada bajo techo al imponente parque, lleno de mesas con manteles blancos, una pileta enorme iluminada, luces blancas por todos lados y hasta un pasto tupido, tan prolijo que asombraba, pura clorofila. “Nunca vi nada igual, tanto lujo”, comentaba extasiado nuestro compañero Rafael mientras degustaba las entradas y la bebida que las mozas traían. Un gentiío argentino y africano, vestido de etiqueta, era el sonido de la reunión. Todo era impecable, todo fue impecable.

Ahí estuvimos parados un rato, admirando el atardecer naranja que caía sobre la fiesta angoleña, matizado por la cadenciosa música funcional. No podíamos creerlo, no lo pudimos en toda la noche. Llegó la negrura nocturna, sólo cortada por el brillo de las luces del parque, y en semejante belleza visual, cerca de las 8 y media, comenzó formalmente el festejo, con los himnos de los dos países. Cantamos como corresponde el argentino y seguimos con curiosidad el de Angola, aplaudiendo en muestra de amor profundo. Acto seguido llegó el discurso de Escorcio, muy ameno y poco contracturado pero sobrio, en portugués y luego traducido al español e inglés por una joven mujer y al francés por otro joven. Enseguida, al borde de las 9, empezó la opípara cena, en mesas con cuatro copas y dos vasos por comensal para dar una idea del momento. No pensábamos en comer, la felicidad que sentíamos dejaba de costado el apetito, enganchados entre el presente y los recuerdos de 1985, cuando conocimos de Angola. El embajador había anunciado que la comida sería típica del país. Teníamos referencia de cuando visitamos a Rosa en 2014, allá en la Embajada,  que los angoleños consumen mariscos. Y en efecto, llegaron cazuelitas con carne hervida, la famosa “feixoada” (similar a las lentejas) y todo tipo de frutos de mar, pulpo, bacalao, sardinas, entre otros. Todo regado por varias clases de bebidas con y sin alcohol, nosotros tomamos gaseosa helada mientras saboreamos la exquisita carne, que fuimos a buscar de unos puestos cerca de la entrada.

En el transcurso de la cena, y mientras oíamos angoleños sentarse cerca nuestro, uno nos saludó “buenas noches” en trabajoso español, y uno de nosotros, respondió “boa noite” con seguridad. Y un rato luego, apareció lo mejor de la preciosa noche: la exhibición artística angoleña, con varios números de danzas bajo un increíble fondo musical autóctono, rigurosamente descripto por el presentador argentino. Así fueron pasando la revita, la kisomba y al final el kuduru, llenas de despliegue y juego de luces perfectos. Y cuando creíamos que todo sería color rojo y negro, los de la nación del suroeste africano, un impactante “enganchado”  de canciones bailables matizó la jornada. Y al borde del gran escenario, la gente se puso a mover desenfrenadamente, en un amplio abanico musical que fue de Roxette y David Lee Roth a Gilda, Osmani García y Ricky Martin. Nosotros seguíamos todo desde nuestras perfectas sillas, aunque luego nos acercamos al lugar. Mientras tanto, nos sorprendíamos con la presencia del ex secretario de Comercio argentino Guillermo Moreno, y saboreábamos exquisitos palitos de helado, lujosa torta y delicioso café bien angoleño, fantásticamente atendidos por las mozas. Todo el tiempo, nuestra mente jugueteaba entre lo que estábamos viviendo y 31 años atrás de esos días de primavera 1985, lo que nos llenaba el alma.

Cerca de las 11 y 20, mientras la música seguía retumbando a puro ritmo y sonido,  decidimos irnos, no había mucho más, al menos no nos enteramos. Y saludamos a Ramiro, que nos felicitó por haber estado y nos charló divinamente; le consultamos por la estrella faltante. “¿Dónde anda Rosa?”, con tono de ansia. “Je, sólo Dios sabe”, fue su clara respuesta. Parece que nuestra querida amiga angoleña estuvo en la organización y luego se fue, si no la hubiéramos visto. Nos despedimos de él, que prodigó a cada uno de nosotros un abrazo más cálido que su gente, y alrededor de las 12 abordamos el auto que nos devolvió a la redacción. Así fue el sueño. Mágico, precioso, feliz. Como un cuento. Como la realidad de esta mágica noche, como la de la independencia de Angola. De nuestra dulce Angola.

Diego Martín Yamus.
diegoanita@hotmail.com.ar

@lostribuneros

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